En el transcurso de nuestra vida, todos podemos convertirnos en un canal de bendición para los demás. No importa la edad, todos podemos ser ayudar o inspirar a otros. Una simple sonrisa, un abrazo, una amistad, es suficiente para alegrar el día a alguien. No se requiere que hagamos una obra enorme para ser de utilidad para otros. Ser una bendición no se limita a una cuestión de solo dar cosas materiales o dinero sino también de ofrecer apoyo emocional y espiritual. Ser canales de bendiciones nos lleva a reconocer que lo que recibimos no es únicamente para nosotros, sino para compartirlo.
Una forma de ser un canal de bendición para otros es responder a las necesidades que los demás tienen. Cuando alguien está atravesando dificultades económicas, encontrar una mano amiga que le comparte alimento, ropa o lo que necesite puede hacer una gran diferencia. Estas acciones, aunque puedan parecer pequeñas, son recordadas por mucho tiempo y marcan vidas porque llevan en ellas un mensaje de amor. Ayudar a alguien en sus necesidades materiales es un recordativo de que no está solo en medio de sus luchas. Alguien ha notado su necesidad y es lo suficientemente importante para alguien como para ser ayudado.
No obstante, las necesidades del ser humano no son únicamente físicas. Muchas veces, sobre todo en el lugar donde vivo, lo que más duele es la soledad, la falta de alguien que me escuche, ser parte de algo que me permite recordar que no estoy solo, que hay personas que me aprecian. Es aquí donde ser un canal de bendiciones entra en una dimensión más profunda: estar disponible para escuchar, acompañar, animar, amar. Vivir en una ciudad de 8 millones de personas es vivir en el anonimato, es estar rodeado de desconocidos. Poder ser escuchado, amado, tomado en cuenta es algo que todo ser humano necesita. Muchas veces esta necesidad es mayor que las necesidades materiales.
Ser un canal de bendiciones es un estilo de vida. Se elije, se vive. Es cultivar una actitud constante de servicio, generosidad y empatía por los demás, por quien necesita de mí. Cada día abre las puertas a nuevas oportunidades de compartir lo que he recibido, ya sea en mi familia, en mi comunidad, en mi trabajo o en mi iglesia. Actuando de esta manera, no solo ayudamos a otros, sino que también experimentamos una profunda satisfacción personal. No hay mayor bendición que poder bendecir a alguien.
Ser un canal de bendiciones es estar dispuesto a compartir, servir, acompañar y amar a los demás en aquello que necesitan. Incluye cosas materiales, emocionales y espirituales. Todo lo que poseemos puede convertirse en una herramienta para bendecir a alguien. Viviendo con este enfoque, no solo transformamos la vida de otros, sino también la nuestra. Descubrimos, entonces, que la verdadera felicidad se encuentra en dar y no en recibir.

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